Sin emprendedores, no hay empresas. El emprendedor es el centro de todo. De sus ideas, sus motivaciones, su forma de pensar, se derivará el carácter de la startup, y probablemente su éxito o su fracaso.

¿Quiénes son? ¿Qué piensan? ¿Cómo piensan? ¿Qué los influencia en sus decisiones?

Estas preguntas son esenciales a la hora de entender cómo se desarrollan y evolucionan las startups.

Todo empieza con el carácter. Un delantero de un equipo de futbol mete goles, y un defensa los evita. Ambos forman parte del mismo equipo, y buscan los mismo: ganar el partido. Pero su entrenador sabe que ambos son muy distintos, tienen caracteres muy distintos. El delantero necesita moverse con libertad para desarrollar todo su potencial: es imaginativo, un poco individualista, terco, dosifica su esfuerzo, etc. El defensa es sacrificado, disciplinado, se mueve en la misma dirección que el resto del equipo, es más humilde…

¿Cuál es el carácter de un emprendedor?

Podemos empezar por decir que es una persona a la que le gustan los retos y que acepta la responsabilidad personal de los resultados, ya sean buenos o malos. Entre sus incentivos está la búsqueda del éxito personal.

Es individualista, y esto no significa que quiera trabajar solo, sino que cuando se trata de tomar decisiones, de aceptar retos, se siente a gusto haciéndolo solo. No necesita el consejo de otros para dar un paso, y aunque escucha las opiniones de los demás, no se siente incómodo si tiene que tomar un camino que va contra la corriente.

Control de su destino y de sus decisiones. Un emprendedor necesita ser autónomo, necesita saber que no hay nadie que toma decisiones por él, quiere sentirse más seguro con respecto a los resultados de su trabajo. Esta característica hace que sean personas muy alertas a la hora de descubrir nuevas oportunidades.

El enfoque es otra de las aptitudes que definen a un emprendedor. El enfoque en este contexto es una mezcla de atención y compromiso. Los emprendedores son capaces de centrar su atención en una sola tarea, lo que requiere habilidad para procesar información y desechar lo superfluo; y al mismo tiempo tienen la capacidad para reconocer cambios en esa información, que puede ser la condición del mercado, la evolución de los competidores, de los clientes, etc.

Para mejorar su enfoque, los emprendedores deben ser listos (S.M.A.R.T. en inglés), al menos en sus objetivos. Es decir, sus objetivos deben ser:
S: Significativos.
M: Medibles.
A: Alcanzables.
R: Relevantes.
T: Trazables en el tiempo.

Es la diferencia entre decir: “Quiero vender un montón de libros”, y lo que diría un emprendedor: “Quiero vender 1,000 libros a $100 cada uno antes del viernes”.

Y para terminar, los emprendedores son optimistas. Aunque a veces pecan de exceso de optimismo, lo que les puede llevar a tomar decisiones sin buenos fundamentos, lo cierto es que el terreno en el que se mueve un emprendedor es incierto y, aunque prometedor, muy arriesgado. Sin optimismo, el emprendedor no daría ni el primer paso. La clave está en medir bien el riesgo y la recompensa.

James V. Green, profesor de la Universidad de Maryland, propone un método para medir el riesgo y la oportunidad en su curso Developing Innovative Ideas for New Companies: “imagínate que tu proyecto fracasa: ¿cuánto tiempo y esfuerzo te costaría volver a tu situación anterior? Si es demasiado, entonces estás en terreno muy peligroso”.

Resumiendo. Si eres: adepto a los retos, individualista, autónomo, enfocado y optimista, entonces tienes más probabilidades de que tu startup triunfe. Si eres prudente, gregario, dependiente, distraído y pesimista, entonces… bueno, tú mismo.